
Por: Ángel Hernández
“No hay mayor acto de amor que decir: gracias.”
Con esas palabras flotando en el aire, comenzó una noche que prometía emociones profundas. Xalapa volvió a latir dentro del Teatro del Estado. Las luces se atenuaron, el murmullo del público se detuvo, y una melodía en vivo empezó a hilvanar emociones. Así arrancó “Siete Veces Adiós”, la aclamada puesta en escena que, durante dos funciones memorables, hizo que los xalapeños se reencontraran con el amor… y con sus heridas.
Con el teatro a su máxima capacidad, el público fue testigo de una experiencia sensorial que va mucho más allá de una simple obra: “Siete Veces Adiós” es un viaje emocional. Una historia contada a través de la música, la poesía y el desgarro de una pareja que intenta entender en qué momento el amor dejó de ser suficiente.

Entre aplausos, lágrimas discretas y miradas cómplices, el escenario se transformó una y otra vez: de hogar a campo de batalla, de ternura a despedida. La música en vivo —el alma de esta historia— acompañó cada palabra con una sincronía perfecta, haciendo vibrar cada asiento del recinto. No había espectador que no se encontrara reflejado en alguno de los personajes, porque “Siete Veces Adiós” no se mira: se siente.
Macarena García y Patricio Gallardo, protagonistas de la versión 2025 Él y Ella, fueron el corazón de esta historia. Su interpretación, honesta y profunda, logró envolver al público en una atmósfera cargada de sensibilidad, haciendo que cada palabra, cada silencio y cada nota se sintieran como una confesión. Con su talento y complicidad escénica, dieron vida al amor, a la pérdida y a esa búsqueda eterna de lo que fuimos y ya no somos.

Los actores, entregados por completo, ofrecieron una interpretación cargada de humanidad y honestidad. Cada gesto, cada nota, cada pausa, construyó un puente entre el escenario y el corazón del público xalapeño. Al finalizar, el aplauso fue largo, cálido y de pie: una ovación que parecía decir “gracias” por recordarnos que el amor también puede doler bonito.

Con estas dos funciones, “Siete Veces Adiós” reafirmó que el teatro mexicano vive un gran momento. Que las historias que nacen del alma —contadas con verdad, arte y música— tienen el poder de unirnos, aunque sea por un par de horas, en un mismo suspiro.
Xalapa se despidió entre luces y acordes, sabiendo que cada uno, en silencio, también ha dicho siete veces adiós.



































