Ángel Hernández

Naolinco, Ver. – Cada paso, cada giro y cada símbolo de la danza de moros y cristianos en Naolinco es un latido de historia y orgullo.

Traída por los españoles desde Barcelona hace más de 180 años, esta danza representa la eterna confrontación entre moros y cristianos, pero también la identidad viva de un pueblo que no olvida sus raíces.

Alberto Rafael Castro Dorantes, quien dedicó 28 años a organizar y participar desde niño, recuerda con emoción cómo cada personaje tiene su historia: los santiagos con turbantes azules y estrellas, los caines que representan a los cristianos y el rey moro, protagonista de la batalla, símbolo de valentía y tradición.

“Para muchos naolinqueños, esta danza es lo más grande que puede haber”, dice Alberto con orgullo.

Hoy, la danza no solo conserva su esencia original, sino que refleja también la creatividad local, con aportaciones como la “negriada”, un toque naholinqueño que hace única esta tradición. Cada generación que sube al escenario lleva en sus pasos el legado de sus antepasados, manteniendo viva la historia y el corazón de Naolinco.

Porque en cada danza late un pedazo de nuestra historia, nuestra cultura y nuestro orgullo.